lunes, 10 de octubre de 2011

América Precolombina

Creían que las enfermedades estaban íntimamente relacionadas con la religión y que los padecimientos eran castigos justos por las faltas cometidas, por tanto, la salud era un don divino. Para luchar contra las enfermedades y el dolor físico, imploraban a sus dioses por medio de plegarias y sacrificios.

Tenían dioses de la medicina a los que se atribuían facultades portentosas: Citboluntún e Ixchel entre los mayas; y Xipelotépec y Amímitl entre los mexicas, aunque también consideraban dioses patronos de algunas especialidades médicas a algunas deidades; por ejemplo, Quetzalcóatl, Cihuacóatl y Xólotl eran los protectores de la ginecología y la obstetricia.

Además del origen divino que atribuían a las enfermedades, consideraron como causa de ellas a muchos fenómenos físicos como los cambios bruscos de temperatura y humedad, los abusos de los placeres y otros. Por ello, destinaron gran atención para conseguir los remedios para su curación. A la medicina la llamaron Tíciotl, era enseñada por los sacerdotes en los templos, o bien por los médicos que se dedicaban a atender a la población; con ellos se aprendía cuándo una enfermedad podía ser curada con medicinas o con baños, o cuando era necesario recurrir a la cirugía. En el hogar y por tradición, se empleaban muchos remedios para atender a los enfermos de la familia.

Supieron que algunas enfermedades se transmitían por contagio, a ellas les llamaron cocoliztli; para combatirlas utilizaron cuidados especiales. Los cronistas del siglo XVI recogieron suficiente información de las actividades médicas de la época prehispánica; Sahagún nos dice que los médicos tenían grandes conocimientos de los vegetales, que sabían sangrar, sobar, reducir las luxaciones y las fracturas y curaban las llagas y la gota.

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Los indígenas emplearon una gran cantidad de medicamentos, principalmente de origen vegetal.

Uno de los trabajos de la medicina que más estimaron fue el de la partera, a la que llamaban Tícitl; era vista con respeto y se le encomendaba con gran confianza el cuidado de la mujer que iba a ser madre, para que llevara a buen fin el embarazo y el alumbramiento.

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